¿Qué gigantes? dijo Sancho Panza. Aquellos que allí ves,
respondió su amo, de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi
dos leguas. Mire vuestra merced, respondió Sancho, que aquellos que allí se
parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen
brazos son las aspas, que volteadas del viento hacen andar la piedra del molino.
Bien parece, respondió Don Quijote, que no estás cursado en esto de las
aventuras; ellos son gigantes, y si tienes miedo quítate de ahí, y ponte en
oración en el espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual
batalla. Y diciendo esto, dio de espuelas a su caballo Rocinante, sin atender a
las voces que su escudero Sancho le daba, advirtiéndole que sin duda alguna
eran molinos de viento, y no gigantes aquellos que iba a acometer.
Capítulo octavo 1605.
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